viernes, 27 de septiembre de 2024

La Lista


    No lo resolví aún, pero creo que la parte que más estático lo deja es ese aún. Hay una lista de cosas pendientes y la idea de que la tarea veintitrés está atrás de otras veintidós es lo que me impide realizarla, entonces empieza el calvario: ¿Si no quiero hacer la uno? ¿o la dos? Mismo podría no ser el momento, simplemente la tarea por delante es imposible de realizar en este día en esta hora. Pasemos a la siguiente... No esperá, no es óptimo así, hay un orden. 

   Me levanté de la mesa del café, le hice una seña con el brazo a Marcia que estaba atrás de la barra y esperé a que me contestara, su respuesta fue un eco de mi movimiento. Salí por la vereda de la calle de casa, el café queda justo en una esquina, pero la calle no es la de casa, en realidad se choca con la de casa, o mejor dicho la de casa nace a partir de esta calle. Hay que pasar por el mercado a comprar pollo. El mercado está en la otra cuadra, pero ahora no. 

    Saqué un cigarrillo el paquete y me lo puse en la boca, caminé unos doscientos metros mojando el filtro con saliva, sin encender el cigarrillo, era una nueva técnica que tenía para fumar menos. De a poco la colilla humedecida tomaba un gusto horripilante y en ese punto tiraba el cigarrillo con un poco de asco, no me daban ganas de tomar otro, pero no me venía funcionando la cosa porque de un modo u otro seguía comprando los mismos cuatro atados el martes a la tarde en el kiosko de la esquina. Aún no me aprendía el nombre del tipo que atiende. Parece macanudo, educado, con buena salud ¿por qué trabaja de kioskero en un barrio?¿Cómo hace con la guita?¿Se ganó el Loto?

    En la esquina con la avenida encontré un tacho donde tirar el cigarrillo, venía buscando hacía unas veredas ya. En donde vivía antes había unos tres tachos de basura por cuadra, se mueve mucha gente por allá, pero acá el asunto era distinto, había que buscar la avenida como cuando yo era chico y vivía en el pueblo. La casa donde vivía de chico quedaba en una zona donde  no había nada de nada, había que recorrer cuatro cuadras largas hasta la avenida para encontrar algo, por ejemplo un kiosko. En ese momento de mi vida no había tareas, no había listas ni órdenes o prioridades, se podía ir al kiosko en cualquier momento, simplemente era una cuestión de voluntad. ¿Y ahora donde estaba la cuestión?

    La voluntad aquí también se hacía presente, si quería tomaba la lista y la tiraba a la basura, o la reordenaba, o sacaba ítems, y listo. ¡Ah! si la vida fuera tan fácil, imagínese, reordenar la lista. En todo caso me la pasaba haciendo eso, porque todo el tiempo la revisaba en mi cabeza para ver qué debía hacer primero, el orden, el desorden.

    Para cuando me di cuenta estaba caminando hacia el mercado donde venden el pollo, pero no había reorganizado nada, y no estaba en ese orden, no tenía que comprar el pollo ahora. ¿Y si no es ahora cuando? ¿Qué seguía en la lista? La cosa esa que no sé como se llama que va de tapita en el secador que está en el lavadero. Creo que la venden en la ferretería, pero no en la que está cruzando frente a la parada del colectivo, sino que seguro la venden en esa que está a siete cuadras, pasando la fábrica de pastas. No sé si voy a llegar, no recuerdo a qué hora cerraba pero hacían un corte amediodía, seguro que cierra, pero tienen de todo. Cuando vuelvo con las cosas saco la bolsa, paso por el mercado y compro el pollo. Ahora si, eso sí es un orden, creo que esa es la forma que tenía la lista. Pero seguro que llego a la ferretería y está cerrada ¿compro el pollo igual?

    El barrio era nuevo para mí, no conocía los lugares ni donde quedaban los negocios donde vendían las cosas que yo compraba. Caminaba descubriendo, organizando, pensando cuando y  para qué podía ir a esa pinturería, a ese bazar donde seguro vendían el tachito que necesitaba para el baño. Esperá, creo que tengo que comprar eso primero, así termino con las cosas del baño y cierro ese tema. Creo que también faltaba jabón y el otro día mientras lo repasaba pensaba que podría dejar un trapito en el cajón con algún producto para tener a mano y no tener que ir y volver al lavadero cada vez que necesitaba limpiar el baño. ¿Tengo que limpiar el baño? ¿Hace cuanto que no lo limpio?

    Bajé un pie del cordón y me tocaron una bocina cortita. Un tipo estaba moviendo despacio el auto para acercarlo a la esquina y no lo vi, venía distraído. Volví ese paso para atrás  y miré a mi alrededor, vi la fábrica de pastas, una florería que siempre estaba cerrada estaba abierta y la persiana de al lado estaba baja. Era la ferretería. Se fue al demonio toda la mañana, ya no sé como tengo que ejecutar ni para dónde ir, ahora solo me resta volver a casa fastidiado y hacer todo con culpa pensando que tenía que hacer otra cosa. Miré de vuelta para la persiana del negocio y me di cuenta que era muy angosta, que más que un frente completo solo tapaba una puerta o algo así. Además estaba muy sucia, como que no la habían abierto o movido en años. 

    Seguí caminando hasta la fábrica y me percaté que la ferretería sí estaba abierta, la cortina era parte del frente de la florería. Me volvió la alegría al cuerpo y mirando a ambos lados crucé la calle a mitad de cuadra, formulaba en mi cabeza la frase con la que le explicaría al ferretero lo que necesitaba. Vi una cantidad de personas esperando a ser atendidas y supe que me demoraría, fue un acierto no comprar el pollo ni frenar en el bazar. Ahora el orden se manifestaba y se explicaba, era por esto que tenía que venir primero, en esa locura había un sentido, una razón. 

    Mientras esperaba mi turno para ser atendido, parado en medio de la vereda, saqué otro cigarrillo y me lo llevé a la boca. No lo encendí, sobre la calle de la ferretería había varios tachos donde podría descartarlo luego. Tenía el siguiente paso. Ahora solo debía calcular si pasar por el bazar antes del mercado o dejarlo para otro día. Si compraba un trapito y un pulverizador con producto para baño podría completar parte de la lista. Empezaba a ser un día perfecto. El cosito del lavadero, el pollo y el baño. Podría volver a casa y disfrutar de la tarde pensando que había logrado todos mis objetivos, que había ejecutado en orden. Podría sacar ítems de la lista. 

  El cielo estaba apenas nublado, seguramente la tarde sería soleada, escuchaba al ferretero dar explicaciones de como se utilizaba un producto y pensaba en cuanto estaba ayudando a la gente con sus comentarios. Había un niño mirando con atención la bobina de una soga de nylon de colores. Sentí una presión en el pecho, luego un vacío y la imposibilidad de respirar, mientras mi infarto avanzaba se nublaba la vista y me mareaba, sentía como el piso desaparecía debajo de mí. Un remache apretaba con fuerza mi esternón y si seguía apretando lo partiría. Antes de morir solo pude pensar en que no era el momento, todavía tenía muchas cosas en la lista. 

    No compré tomates.