domingo, 15 de octubre de 2023

Instrucciones

 



    Podría escuchar la palabra puss y asociarla a una cosa viscoza y amarillenta, que sale de mis heridas cuando la cosa no está marchando bien. Pero la palabra puss ahora está cableada a otro lugar de mi cerebro, y lo sé porque la última vez que la pronunciaron ni siquiera me estaban hablando directamente a mí pero sabía que significaba esa instrucción y era yo el que estaba al timón.
 
  A los veinte años hice un curso de timonel, había navegado un par de veces con uno de mis tíos y también con un amigo y esas ocasiones bastaron para hacerme comprender que gustaba mucho de esa actividad. No era un momento muy claro de mi vida, en varios sentidos estaba perdido y en algunos otros estaba bastante direccionado pero sin saber qué me había dado esa dirección y por lo tanto hasta ponía en duda esa seguridad. Navegar no estaba en duda, me encantaba, muchas veces no supe como navegar más, nunca tuve barco y básicamente me quedaba sentado esperando que me inviten, cosa que alocadamente sucedió varias veces.
  
  Durante el comienzo de mi vínculo con la náutica aprendí que tenía su propia terminología, cosa que adoré y sigo adorando. Cada acción, cada elemento, cada zona tiene su nombre y propósito. Una persona puede estar al timón cuando le pide a algún tripulante que file la escota del foque y esta persona ya sabe que tiene que darle cabo, a un cabo que está del lado donde el barco está amurado para una de las velas de proa. Esto último que acabo de decir incluye su propia terminología y si fuera una persona que no conoce nada de náutica la frase terminaría siendo: ves la soga esa de color X que está ahí, no la otra, esa... bueno, soltala del cosito ese donde está trabada, pero solo un poco y volvé a trabarla que sería completamente inconducente durante una maniobra o en el momento donde estamos simplemente navegando plácidos por el agua. Esta terminología se quemó en mi cabeza, y es extensa. Una de las acciones con nombre es la que determina si la persona que está al timón debe llevar el barco en una dirección que lo enfrenta al viento, orzar, o si bien debe llevar el barco en la dirección contraria, derivar.
  
  Estas dos instrucciones están cableadas en mi cerebro al punto que no puedo borrarlas. Si estoy al timón, puedo tener frío o calor, sed, ganas de ir al baño, puedo estar mirando un ave sobrevolar el agua o calculando si la embarcación que está a babor con una trayectoria que generaría un potencial abordaje (así se llama cuando los barcos chocan) realiza un cambio en su rumbo o tiene derecho de paso y debo cambiar yo, etc. pero si quien está llevando la navegación del barco me grita derivá mi cerebro lo procesa inconcientemente: tiro del timón hacia mí, generando la derivación.
 
  Es fantástico tener esa reacción, conocer el extenso vocabulario náutico y poder compartir con otros ese mundillo, pero también puede ser un problema.
  
  Una de las personas con las que coincidí en la náutica, que es hace años uno de mis mejores amigos, emigró y fue a vivir a Francia, donde hablan otro idioma, y posiblemente, donde tengan una terminología y un vocabulario náutico propios. Hace unos años tuve la fortuna de poder ir a visitarlo y navegar entre Francia y las islas Canarias. Estaba feliz de realizar ese viaje, colaborar con los preparativos, organizar el barco, esperar el buen clima. Pero al momento de salir al mar, tomado del timón y feliz como no podría ser de otro modo, me encontré escuchando a mi capitán decir puss puss puss y mi cerebro simplemente se paralizó no ejecutó nada, simplemente me quedé estático.
  
 Estar atado al timón en ese momento y no poder ejecutar lo que me pedían me enseñó de mi cableado, el único estímulo al que podía responder es orzá o drivá cualquier otra instrucción era completamente inútil. Si alguien me decía puss puss puss no habrá reacción, claro que saber el idioma y entender que ese puss viene del verbo pousser, se escribe pousse en imperativo y se pronuncia como ya sabemos, ayudaría a entender que la idea es: empujar la barra del timón, lo que terminaría siendo equivalente a la instrucción derivá, pero yo no sabía nada de todo esto, yo escuchaba puss y me quedaba helado. Hay una analogía directa y clara entre tir, que viene del verbo tirer y que se escribe en imperativo tire y que significa: tirá de la barra del timón hacia ti, o como yo esperaría que me pidan: orzá.
  
  Desde esa experiencia, que se repitió hasta el hartazgo en los doce días que tomó el viaje a Canarias, he tomado clases de Francés, muchas y lo sigo estudiando, pero también pensé en las distintas ocasiones donde pude navegar, en lo bonito del vocabulario náutico, su potente capacidad de síntesis y precisión en las instrucciones pero también sobre la peligrosidad al cablearlo de ese modo definitivo, sobre cablear conceptos de ese modo definitivo en general.
  
  Estuve en Septiembre en Francia, visité a mi amigo y tomé el timón, era un día muy agradable, buen viento, soleado, poca ola. No sabía a donde me dirigía, básicamente me decía apuntale a esa  playa y me señalaba un punto en el horizonte, pero dos o tres veces asomó la cabeza para dar instrucciones y me decía puss y yo orzaba, feliz de haber reaccionado a la instrucción, feliz de haber entendido y, sobre todo, de levantar el cableado y proponer otro, tener ambos, poder entender al mundo cuando me dice algo y no quedar paralizado porque no es la instrucción que estoy esperando.
  
  Hay contextos donde nos formamos y realizamos cableados que solo nos permiten manejarnos dentro de un léxico que nos impide entender otros conceptos que llevan a lo mismo. Esos conceptos y términos los naturalizamos y juzgamos definitivos. Si me hubieran dicho tirá en el río de la plata, la cancha de mi barrio en la que me siento tan visitante como en cualquier otro rincón del mar, hubiera corregido a esa persona diciendo se dice derivá en vez de entender que me está pidiendo lo mismo de otro modo. Acá voy dejando de opinar porque la cancha se empieza a embarrar. Esa frase del principio donde hablo de filar  es un ejemplo de que no todo puede replantearse de forma efectiva, no todo termina siendo lo mismo, pero creo que el punto no es trazar las líneas que definan esas capacidades o equivalencias, creo que el punto es entender que esos cableados no son definitivos y podemos movernos por los conceptos desde distintas perspectivas y distintos matices que dará cada lengua, cada léxico que decidamos utilizar. La entidad y el nombre no deberían estar soldados, para que ninguno signe al otro.