lunes, 23 de octubre de 2017

Son Dos




Te perdı́ de guacho y no te volví a encontrar. Estaba caminando a solas por entre las
veredas del Docke, una tarde de mayo de 1992, buscando la parada del 54 que dejarı́a de
estar. En una vereda alta el gato me miró entre sueño y sueño, y se puso a escuchar. Eran
canciones un poco cansadas de decir lo que iba a pasar. Dos y dos son cuatro, cuatro y dos
son seis, siete son los milicos que te aprietan cuando no los ves.

En el tablero tenı́a dibujados un ovoide por el eje mayor, dos crucetas y tres caminatas
con mi primo. Habíamos ido desde Vicente López a San Isidro pero ni sabı́amos lo que
buscábamos, bah, él no sabı́a, yo solo lo intuı́a pero el me seguı́a cual perro fiel, ese que
siempre quise ser pero no pude.

De a tres diatribas repartı́an flores, estallaban los colores y pintaban una barca. Celeste,
azul y verde, un poco de rojo y el moco de un perro. ¿Qué hice yo para merecer esto?
Nada. Pero ası́ bailan los dragones. No les importa la música ni el ritmo, sino el latir de los
corazones.

Tres estrellas se derramaron por el norte, los vi a Pelos, a José y a Mr Sackman, todos
cantaban sin saber sus nombres, todos bailaban y se perdı́an en un mismo sueño, el mı́o. Un
capote de estrellas me bautizaba, pero me dedicaban a un dios, aun mito, sin saber que yo
era parte de todos, que todo era parte de mi.

Soñé cuatro estrellas y un rı́o, soñé barcos barados que eran el mı́o. Soñé un mar azul
que siempre fue mı́o, y a pesar de que le dı́ la espalda en incontables ocasiones, siempre me
quiso como su hijo.

De tres de esas estrellas estoy hecho, la que resta me espera en ese tiempo infinito. Y
aunque sea eterno el tiempo que me tome, sabe que volveré y latiré en ella desde el dı́a en
que muera, hasta el dı́a que vuelva a ser, yo mismo.