viernes, 9 de enero de 2015

Kumiko (I)

No era necesariamente un paso decadente, solo una expresión de que nada volvería a ser lo mismo.

Estaba sentado en la puerta del departamento, daba a una callejuela sin atributos para ser catalogada como tal. En realidad era el final de una calle, que al cruzar con otra se extendía por unos metros más formando un cul-de-sac a donde daban un par de duplex, un terreno baldío y el complejo de cuatro departamentos monoblock, de los cuales uno era mío.

En la costa las cosas se hacen un poco a medias. Si bien tienen que enfrentar la crudeza del invierno, un clima marino fuerte y la fuerza de la desidia, normalmente las construcciones están hechas para abaratar costos, salir del paso y casi nada debe ser como es. Si una pieza de metal se va a deteriorar con salitre y sol, pues pongamos la más barata para luego cambiarla. Si esa pieza tiene suerte el dueño es una persona cuidadosa y atenta, que al prodigarle cuidados pueda extender su duración dos temporadas.

Estaba en cuero, sentado en la puerta, tomando una cerveza helada viendo como una tormenta asomaba por el mar y se venía sobre mí. Tenía la cerveza en una copa, muy europeo, y un cigarrillo en la otra. A unos metros cruzando la calle lateral había unos vecinos en la puerta sentados a la mesa, que habían sacado del comedor a la calle, brindando por alguna cosa que no lograba descifrar.

Al otro día volvía a Buenos Aires y sentía el peso de la rutina en mi cabeza. Otra vez lo mismo de siempre, el mismo trabajo de hace años, la misma estúpida gente que no entendía como había invadido mi vida. La distancia con mis amigos y sobre todo, la soledad en mi casa. Terminé el secundario y conseguí trabajo en un banco, de a poco comprendí las cosas que la gente estudiaba en la facultad de economía y me terminé volviendo un analista financiero importante. Pero lo poco que me importaba, incluso mi jefe estaba bastante preocupado de lo poco 'ambicioso' que era. De todos modos entendía la dinámica. Poco juntarme con la gente que sí me interesaba y mucho de reuniones sociales del trabajo donde había que mostrar que te habías comprado el último coche, que no lo habías pagado y que además el precio era excelente. Si tu novia o mujer o lo que sea no era top model y candidata al nobel no servía, por eso siempre iba solo. Vendía una imagen de soltero empedernido atado a la joda porque vendía bien. Pero la verdad es que siempre había querido tener una casa con perro, una mujer que me quisiera y varios niños. De algún modo había fallado a ese simple mandato.

La tormenta se venía fuerte, había un viento importante y en el horizonte, sobre el mar, se veían las descargas eléctricas dibujar las más hermosas formas en el cielo. Allí entre el oleaje se veía una luz de una embarcación menor que estaba peleando por volver al puerto. No pude más que pensar que eran afortunados en tener algo que realmente les hiciera sentir su vida.

La noche anterior había salido a un bar, me sentaba solo, me pedía un trago y miraba a la gente charlar y reir. Una chica en un grupo de seis o siete personas cada tanto me miraba y ni bien le sostenía un poco la mirada se escondía detrás de alguno y seguía con la charla. Yo bebía mi trago despacio y miraba la vela tiritar en su vasito de vidrio. Pensaba que tenía que acercarme de algún modo y hacer algo ¿pero qué? ¿qué quería? Mi estúpida obsesión de siempre, quería un rescate emocional y como siempre que pensaba en esa frase me venía la letra de los Rolling Stones:

"I'll be your savior, steadfast and true
I'll come to your emotional rescue"

Pero daba vuelta la letra y pensaba que ella me la cantaba a mí. Abandoné mi ridícula postura en el instante y terminé mi trago de un golpe. Me paré y salí a la puerta a fumar. En ese momento el grupo estaba saliendo y escucho que hablan de ir a otro bar al otro lado de la ciudad, no era muy lejos pues es pequeña, pero necesitaban transporte. Tomé las llaves del coche, miré la brillante incrustación metálica con el símbolo de la marca y me acerqué.

- Disculpen, sé que es de metido, pero estoy yendo para el mismo lado a encontrarme con unos amigos y puedo llevar a algunos.

Me miraron un poco extrañados, pero interesados en la propuesta. La chica me miró y aceptó la propuesta de inmediato, tomo a otra chica y un chico y le dijo algo al resto, antes de darme cuenta estaba sentada en el asiento del acompañante con el cinturón de seguridad puesto mirando fijo para adelante, los que subieron detrás charlaban entre ellos y parecían bastante animados.

- Por cierto, me llamo Mariano.
- Yo soy Kumiko- dijo ella sin cambiar la dirección de su mirada.

¿Kumiko? No tenía aspecto de una persona oriental en lo más mínimo, en todo caso, sería italiana o algo así. Miré por el espejo retrovisor a los pasajeros del asiento trasero para ver la reacción e intentar descubrir una mentira sui generis, pero estaban metidos en su asunto y creo que no escucharon nada de lo que dijimos.

- ...Kumiko... bien, díganmé a donde van y los llevo.
- ¿No ibas para el mismo lado?
- Si, pero hay varios bares en esa zona, los dejo donde me digan.
- No hace falta, buscá a tus amigos y nosotros bajamos ahí ¿si?
- ...

No sabía para dónde disparar. Pensaba en generar alguna llamada falsa en el teléfono o simular leer un mensaje y decir que se había cancelado todo o que mis amigos estaban ahora en otro lado, cualquier cosa. Pasaban las calles y seguía pensando. Lo peor es que el nombre de ella me impedía avanzar en nada, solo pensaba por qué se llamaría Kumiko.

Llegamos a una calle de distancia de nuestro destino. Encontré un lugar para dejar el coche y paré. Nos bajamos y me quedé parado al lado del auto esperando que se vayan. Me sentía un estúpido, semejante plan para que se deshiciera de semejante modo. Tomé el teléfono rogando tener un mensaje de mi hermana, del Tolo pidiéndome algo del trabajo o aunque sea un mail spam del gimnasio en el que estaba anotado pero al que nunca iba. Cualquier cosa que esté titilando en la pantalla serviría de excusa, pero nada. Pulsé el botón para bloquear la pantalla al mismo momento en que lo guardaba en el bolsillo. La pareja del asiento trasero comenzó a caminar hacía la esquina pero Kumiko se quedó a mi lado, aunque mirando para otro lado.

- Bueno... - comencé a decir
- Gracias, la verdad es que no tenías que traernos, si querés con tus amigos pueden venir al bar de la esquina, conocemos al dueño y al que pasa música y podemos pasar un rato divertido.
- Claro... voy a ver que tienen ganas de hacer ellos, hace mucho que no los veo y si les salgo con un plan chino tal vez se molesten
- ¿Les molestaría que les digas que una chica te invitó a un bar? ¿A qué vienen acá?
- No seguro -intenté remar- digo que tal vez tienen mesa en algún otro lado y ya pidieron... no sé...
- Está bien, no pasa nada, te entendí mal, pensé que tenías algún interés o algo, te veía mirarme, nos trajiste hasta acá
- No es eso, no quiero colgarlos o forzarles un plan, eso es todo.

En este punto cabe recordar que nadie me esperaba, no había ningún amigo en ningún lado, y que Kumiko me estaba abriendo todas y cada una de las puntas que tenía a disposición para avanzar un poco con ella, aunque sea un poco. Lo triste de esta situación es que mi trabajo como analista financiero me tiene entrenado para evaluar muchas cosas al instante y entender cual es la mejor opción cuando estoy delante de un dilema. Así fue que mi cerebro se despertó por un momento y logré cambiar mi error por un acierto.

- Mirá, hagamos algo, yo voy hasta donde tengo que encontrarme, paso un rato y me fijo si la onda es decirle a ellos que vengan conmigo o si me voy solo ¿te parece?
- ¿Vas a colgar a tus amigos?
- No, para nada, siempre es así, después de los primeros veinte minutos donde hablamos de todo lo que no sabemos empezamos a acordarnos de anécdotas del pasado presente y simplemente recordamos, si me borro ahí, no pasa nada. A lo sumo, son veinte minutos ¿me esperás?
- No, discúlpame pero no me voy a quedar clavada en un lugar a ver si venís. O venís o no venís.
- Voy, pero a lo sumo en veinte minutos. Solo es eso.
- Hacé como quieras, yo ahora me voy a la esquina, entro y si me quedo me quedo y si no, me voy.

Saqué el teléfono mientras ella avanzaba lento hacia la esquina, simulé escribir un mensaje y apuré el paso para ponerme a su lado. Era la primera vez en la noche que la veía sonreir un poco, cruzó los brazos y bajó la cabeza mientras caminaba, intentando ocultar que le había gustado mi gesto.

Una vez en el bar, estábamos sentados en la barra. Sus amigos estaban cerca pero no tanto y los dos sentados de costado nos enfrentábamos un poco.

- Se te cruza una chiruza y largás a tus amigos. Así no te van a durar ¿eh?
- ¿Chiruza? ¿Sos una chiruza? -dije mientras amagaba a levantarme y juntar las llaves y la billetera de la barra.
- Decime vos
- ¿Cómo te voy a decir si ni te conozco? Kumiko...
- ¿Te extraña no? A todo el mundo le pasa. Mi viejo es un obsesivo con los samurais y esas cosas, en casa hay espadas, cuadros, lo que se te ocurra.
- Entonces... ¿no sos japonesa ni nada de eso?

Sonrió solo un poco, en silencio y no dijo nada, bebió su trago y miró para otro lado. Automáticamente me puse nervioso. Sentía que perdía el contacto. ¿Había dicho alguna estupidez? Seguramente era lo que todo el mundo le decía y ya estaría cansada de escucharlo. Se paró cuando empezó la siguiente canción y se puso a bailar un poco al lado mío, pero miraba para otro lado, no me bailaba a mí, simplemente bailaba. Eran esas cosas que hacen las mujeres y yo no tenía manera de entender que era. Me enroscaba tratando de pensar cual era el paso siguiente a dar y esa inacción era mi éxito. Simplemente tenía que dejarlo ser así, relajarme y fluir con la corriente.