martes, 23 de julio de 2013

Marcial cambia los zapatos

Otra vez doblé en cualquier lado. ¿Era Ayacucho o Junín? Creo que mejor le pego por esta hasta Santa Fé y después me fijo ahí para que lado tengo que ir.

No puedo creer que tenga el cerebro tan lento. Mecha me tiró toda la onda antes de salir a almorzar y yo solamente pensando en cambiar estos zapatos de mierda que me dieron para mi cumple. Con lo poco que me importan los zapatos.

Me acuerdo del Nene, en el verano, mientras lo ayudaba a barnizar los marcos de la casa del Tigre. Yo le contaba de las tres o cuatro minas con las que andaba queriendo hacer una y según él ya estaban en bandeja pero yo no terminaba de cerrar el trato. Entre pincelada y pincelada paraba, me miraba por entre los lentes culo de botella con una expresión vacía en la cara y me soltaba un:

- ¿Pero a vos te gusta coger?

Primero me lo tomaba como una chanza, pero en un momento dudé si no se lo preguntaba en serio.

Putas, otra vez Arenales ¿cuando crucé Santa Fé? ¿Azcuénaga? No tengo idea donde estoy. ¿Por acá no vivían esos pibes de Bariloche? No importa, mejor voy volviendo. Necesito la avenida o no tengo idea de donde estoy. Tengo los mocasines en la caja y me pregunto cuando este pelotudo me vio con mocasines o me escuchó decir algo lindo de ellos. "Los podés usar sin medias, con unas bermudas, en verano". Mi vieja pensaba que yo aspiraba a ser uno de esos modelos que aparecen en las gráficas con veleros atrás, un muelle y una combinación de ropa imposible. Cuando me lo dijo me la quedé mirando seco y después de unos segundos de silencio mi hermano, que estaba presenciando la escena mientras desayunaba en el comedor diario me pidió que aflojara un poco, que tampoco la pavada. De pronto estaba con dos extraños que conocía de toda la vida pero no tenían idea de quien era yo, ni yo ellos.

Mecha me perseguía a todos lados. Si yo iba a un bar después del laburo, venía. Si me iba a escuchar una lectura sobre la muerte de Séneca y su correlación con el libertinaje actual, según el autor, ella venía. Una vez me acompañó a una ortopedia porque tenía que preguntar por esas sillas con agujero que sirven de adaptador para el inodoro. ¿Por qué una mina te acompaña a esas cosas si es que no quiere algo? Mientras caminaba por Santa Fé para el otro lado sin darme cuenta, me preguntaba ¿Vos a que mina acompañarías a algo así?¿A una que no te interesa?

Tengo que bajar la panza, hace como cinco años que vengo diciendo eso pero no hago nada. Apenas me puedo doblar para atarme los cordones de los zapatos estos, que tampoco me gustan, pero que no son mocasines. En casa me miro en el espejo del pallier de entrada al edificio, va del piso al techo y la imagen parece bastante fiel. A veces bajo en medio de la noche, porque sé que por un rato no va a haber nadie y me puedo mirar tranquilo. Si aparece alguno disimulo como que iba saliendo o me mando para los ascensores. Una vez estaba en patas y me equivoqué y encaré para la puerta de calle, la señora con el terrier me miraba un poco sorprendida, pero yo iba con la actitud bien puesta y la seguridad de tener todo bajo control. Cuando estaba por salir, la muy guacha se paró a mitad de pasillo a ver si salía o no y tuve que encarar la vereda cual Sufi buscando el verdadero camino a su corazón. Claro que pisé mierda, para qué dilatar el cuento. Fue fantástico.

-Tengo que contarte algo, si querés vamos a almorzar juntos.

La frase de Mecha seguía resonando en mi cabeza ¿Qué estaba esperando? ¿Que me invite a un telo?

-No puedo, tengo que cambiar unos zapatos que me dieron para mi cumple.

Igual lo que más me extraña es que aún después de estas imbecilidades, les sigo gustando. Es como con Marcela, que me persiguió casi un año, se planchó el pelo, se lo cortó, se lo batió, se hizo rockera, ya ni me acuerdo la cantidad de cosas que intentó a ver por dónde tenía que entrar. Lo peor es que me gustaba un montón, tanto, que ni se me ocurrió pensar que yo le podía gustar, y leía todos esos cambios como intentos para levantarse a tal o cual pibe. Después Esteban se puso cargoso, le hincho tanto los huevos que terminaron saliendo, ella se emborrachó y en medio de una pelea donde él le recriminaba lo mala que estaba resultando la noche, le soltó que le gustaba yo y el otro me lo vino a contar en el baño mientras fumábamos. Ahí puse mi cara de banana (siempre para mis adentros) averigüé a qué fiesta había que ir y con todas las cartas jugadas en el paño, sabiendo que había ganado, la encaré. Qué payaso.

Es una idiotez venir a probarse zapatos de cuero con el pantalón de jogging. No hay manera de saber como van a quedar. Además, lo tengo al vendedor poniendo cara de olor a perro mojado todo el tiempo y no puedo usarlo de guía, yo no tengo idea de qué zapato me conviene. Le tendría que haber dicho a Mecha, no solamente venía sino que hasta por ahí se confundía y pensaba que le estaba tirando una línea y agarraba viaje.  Ahora seguro me voy con unos zapatos de mierda, que tampoco me gustan y que van a terminar en el armario. Lo peor es que tarde o temprano alguien se casa, o un bautismo o algo así y yo me voy a poner el único traje que tengo con esos zapatos porque 'son los nuevos'. Aunque signifique la cancelación de la semana fashion de Sao Paulo ese año.

Bueno, ya fue, me llevé algo y el vendedor me los elogió:

-Bueno, son unos zapatos buenísimos, de excelente calidad y van con tu estilo.

¿Qué estilo? Estaba de jogging y campera. ¿Qué carajo compré?

-¿Y? ¿Pudiste cambiar los zapatitos?
-Si Mecha, pero me tendría que haber ido a comer con vos así me contabas.
-¿Si? ¿Para qué?